Nota principal: Veneno en las vías
La Plata es el principal productor hortícola de la Provincia. Con tres mil hectáreas dedicadas a la producción, que se extienden desde Villa Elvira hasta Etcheverry, cinco mil familias viven de la cosecha, lo que equivale a unas 40 mil personas trabajando en la actividad. En la zona hortícola del Gran La Plata el uso de productos tóxicos es cotidiano, tanto en la plantación del tomate como en otras hortalizas.
Para Juan José Garat, ingeniero agrónomo y miembro del Curso de Extensión Rural de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNLP, no es que no haya controles por parte del Estado, sino que no alcanza con lo que se está haciendo: “La del mundo hortícola es una realidad compleja: hay mercados concentrados, productores desesperados y un modelo hegemónico de producción que es el de las semillas híbridas, es decir, la industrialización de la agricultura demanda el uso de los agroquímicos sintéticos”, dice y explica que hace unos décadas se utilizaban herbicidas químicos más caseros, con menos toxicidad, que eran preparados por los propios productores. De un tiempo a esta parte, con la intensificación de la producción, se usan químicos fertilizantes para que la tierra pueda rendir más, y luego se fumigan con los insecticidas de síntesis para controlar los hongos y las bacterias en los cultivos.
“Es un negocio enorme, pero este modelo de producción ocasiona un desastre social. Los que trabajamos en las áreas rurales de La Plata vemos todo el tiempo a productores con manchas en la piel y ellos mismos nos cuentan que tienen familiares con problemas respiratorios o vecinos que mueren porque se les revienta un riñón”, informa Garat.
Según Tony Maidana, agrónomo que trabajó con productores de Colonia Urquiza y Romero, el Mercado de La Plata no tiene un sistema sanitario eficiente para el control de las verduras. “Los fiscales sólo controlan a los productores que venden en lo que se conoce como playa libre, es decir, los puestos que no son permanentes. No sabemos si las verduras que comemos tienen veneno. El SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) lanzó un programa pero no es suficiente si se considera que son miles de kilos de verduras. Hoy cualquiera puede poner un galpón y producir sin problemas, porque los mercados están desregulados y el Estado no los controla. Y todos sabemos que el uso de los agroquímicos es altísimo en la región”, expresa Maidana.
Leonardo Davies, técnico del INTA que trabaja en el cinturón hortícola de la ciudad, cree que es necesario reemplazar la llamada Revolución Verde, el modelo agroindustrial hegemónico desde el menemismo, por un nuevo paradigma: la Agroecología. “Los productores usan agrotóxicos porque la primera información que les llega es la de las empresas. Son productos eficientes y más baratos pero destruyen el ambiente. Nosotros defendemos la agroecología. Queremos eliminar los agrotóxicos. Planteamos como prioridad el acceso y la conservación de la tierra desde una mirada de la soberanía alimentaria, para que las familias puedan vivir dignamente de lo que producen y no se intoxiquen. Es cambiar la visión de la producción agrícola sólo como mercancía a una nueva mirada de la producción como bien comunitario y social”, explica.
Por otro lado, Davies afirma que los productores no aplican bien “el tiempo de carencia”, es decir, que en vez de echar el pesticida sesenta o treinta días antes de la cosecha, por desinformación de las empresas, lo hacen a una semana de arrancar la producción. “Es grave la situación de salud de muchos productores, pero lo peor es que aún no están identificadas las patologías que producen los agrotóxicos. Nosotros constatamos, por ejemplo, que el Hospital Doctor Alejandro Korn, de Melchor Romero, no tiene un servicio de toxicología y no hay historias clínicas sobre la patología de la intoxicación, quizás porque la mayoría de la población es pobre y está sin seguro social”.
Juan Manuel Mannarino
Fragmento de informe publicado por Materia Pendiente Nº 10, primavera 2010