¡Cuidado, chicos con zoom!

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Foto: Cine en movimiento

Foto: Cine en movimiento

Son 12. Tienen entre 15 y 21 años. Deambulan por 5 zonas humildes del Gran Buenos Aires. Dominan armas peligrosas: cámaras y capacidad para observar, preguntar y contar. Buscan imágenes para un documental sobre cómo es ser joven en el Conurbano. Entre sus cómplices se encuentra la asociación civil Cine en Movimiento, que hace una década capacita a niños y jóvenes en producción audiovisual. La Pulseada encontró a los sospechosos de tramar una película propia. “A la gente la atrae ver cosas malas”, denuncian mientras hacen rodar su plan.

Por Josefina López Mac Kenzie

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Como el periodismo, el cine es un dispositivo poderoso que puede contar historias, crear ilusiones, inventar estrellas, representar verdades, fragmentarlas, ocultarlas. Pero haga lo que haga, enfoque lo que enfoque, narre lo que narre, el cine requiere trabajo en equipo.

Entre otras cosas, es por eso que hace diez años la asociación civil Cine en Movimiento (CEM) capacita a chicos de barrios humildes en el uso de herramientas del lenguaje audiovisual. Para que puedan expresarse con imágenes y sin intermediarios.

También por eso, la jornada que La Pulseada comparte en Florencio Varela con el equipo de CEM, que ahora trabaja en un largometraje documental sobre cómo es ser joven en el Conurbano, empieza con un juego de integración.

Hoy vamos a hacer visionado de lo que estuvieron filmando, cerrar esta etapa y ver cómo seguimos —anuncia para ocho documentalistas Carlos Rotela, uno de los coordinadores—. Pero también vamos a ver cómo venimos como grupo. Es importante que pensemos siempre en nosotros. Así que primero vamos a jugar un poco”.

La mirada de los otros

El juego “de posturas y reconocimiento” apunta a fortalecer la confianza en sí mismos, en los otros y en la mirada de los otros. Se juega en dos filas enfrentadas. En una, los chicos tienen los ojos abiertos y están apostados en una pose personal cualquiera. Los de la fila de enfrente, en cambio, tienen los ojos cerrados y la instrucción de avanzar hacia los que ven, tratar de reconocerlos y ponerse en sus lugares y posturas.

Emanuel, sonrisa constante, piercing en la comisura izquierda, desafía al equilibrio haciendo piruetas sobre su pose de grulla. Un compañero se le acerca a ciegas.

Noelia se deja estrujar por una risa muda que le achina los ojos. Espera ser identificada y relevada.

El juego requiere compromiso, confianza y concentración. “El compañero es mis ojos —alienta Rotela, y explica—: Es un desafío, porque es todo un tema cerrar los ojos. Esto es para ver si conocemos al otro, si estamos integrados. No trajimos nada para ponerles en los ojos porque confiamos en que son pibes grandes”.

El uso de esta metodología para abrir un encuentro donde se hablará de cine busca “que se diviertan, porque son jóvenes y si no es muy difícil abordar las cosas que abordamos —responde Rotela—. El juego sirve para predisponer, descomprimir, hablar, contar, pensar, decir. Además, te deja el campo preparado para encarar una actividad un poquito más seria”.

Para avanzar en el documental, el equipo se reúne cada 15 días en la sede de alguna de las organizaciones que participan de la producción. Esta vez ocurre en La Casona de la parroquia de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP) de Varela. Allí, en una sala oscurecida para la ocasión hay una pantalla grande, cañones, cámaras y un desorden de tazas para el mate cocido.

Están presentes los adultos coordinadores y los jóvenes documentalistas, que pertenecen a distintas organizaciones del Conurbano: Matías, Fabián y Yéssica, de La Casona de la IERP de Florencio Varela; Emanuel y Noelia, del grupo de jóvenes de Nuestra Señora de las Lágrimas, de San Francisco Solano; Brian, del centro de día Casa Joven Lasalle, de González Catán; Gisella y Gabriel, del centro de día Casita La Paloma, de San Justo.

El equipo se completa con cuatro chicos que faltaron al encuentro porque tenían que trabajar: Gonzalo y Alexis, también de La Paloma, y Hernán y David, del barrio Un techo para todos de La Matanza; aunque esta última zona estuvo bien representada (ver: “Estoy enloquecida con la juventud”).

La estrategia

Entonces: 5 zonas, 5 organizaciones, 5 cámaras, 12 jóvenes, un largometraje documental sobre sí mismos y una dinámica de producción conjunta. “Es un lujo –resume Alejo García, trabajador social, coordinador general de CEM y del espacio de jóvenes del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos-. Documentan cómo es ser joven en el Conurbano desde una mirada de la resistencia, que rescate los aspectos positivos de los pibes y dé vuelta el discurso de que los jóvenes son peligrosos”.

Cada grupo se llevó una cámara para registrar a su manera su mundo, sus relaciones y sus sueños”, define Ramiro García, coordinador general de CEM. Rotela agrega: “Nuestro objetivo es que puedan contar qué vienen viviendo en sus lugares. Se trasciende el barrio de cada uno y se pone en juego eso de qué vemos de los otros nosotros como jóvenes. Qué elegimos contar”.

El proyecto fue seleccionado por Nuestro Lugar, un programa de inclusión y participación para adolescentes que administra el ministerio de Desarrollo Social de la Nación en cuatro categorías: Ciencia y tecnología, Imagen y sonido, Deporte y recreación y Educación social. Con ese financiamiento pudieron comprar las camaritas Kodak que parecen celulares, pero que Ramiro García asegura que tienen «una potencia increíble».

También usan el dinero para afrontar los gastos de traslados -el Gran Buenos Aires es grande en serio- y almuerzos para los encuentros de trabajo quincenales. En ellos se visionan los materiales en bruto que cada uno grabó en su zona de acuerdo a lo pautado entre todos, se toman decisiones, se crea el guión, se hacen acuerdos.

En los encuentros se consolida el trabajo. El cinematográfico y el social.

La visión del contexto

¿Quién soy? ¿Cómo me llamo? ¿Qué opinás de mí? ¿Cómo soy?”, indaga Yéssica (21), que integra el grupo de jóvenes de La Casona de Varela. Su entrevistada, primero reacia al zoom, es su mamá. Al final de una secuencia cargada de suspenso, le dirá ante la cámara que la quiere mucho.

Lo que Yéssica comparte son tomas de su casa. Planos detalle y planos generales cortos de su hogar que serán buena materia prima para el documental, porque el “qué piensan de los jóvenes los adultos” y el análisis del contexto son dos de los pilares del documental, según fue consensuado y trabajado en encuentros previos.

El concepto de contexto -el entorno barrial, familiar, comunitario, laboral, escolar- sobrevuela con insistencia las reflexiones, preguntas, respuestas y consignas en La Casona, para dejar en claro que es una idea fuerza de todo el proyecto de CEM. Reflexionar sobre el contexto “permite contar en imágenes en qué lugar vivimos”, dice Rotela. Contribuye a entender en qué espacio se vive, quién se es y por qué.

Por eso el visionado de las imágenes que cada documentalista llevó al encuentro continúa con tomas de calles, de esquinas donde los chicos se la pasan filmando, de hermanos que se quieren, de ollas al fuego, de una mujer en su casa armando cajas de cartón para la venta, de mascotas.

La pantalla muestra hasta la toma de una oveja del Conurbano.

“Ahora el desafío es contar en todos los niveles en qué espacio vivimos. Ahí entra una presentación individual frente al contexto. Es importante que se puedan presentar frente al documental, frente a la cámara. Aunque hay pibes que aún no lo pudieron hacer”, cuenta Rotela.

El mate vueltea por el salón oscurecido. Afuera, el sol se adueña de Varela.

Ramiro García va interviniendo desde lo técnico. Cómo hacer mejores paneos. Cómo usar el trípode. Cómo optimizar las posibilidades técnicas de la cámara para cada objetivo. Cómo pensar la duración de las tomas. El intercambio se da en un código común, porque los doce documentalistas cumplieron con el requisito de pasar por los talleres de formación de cuatro meses que da CEM y están en lo que Rotela llama “una segunda instancia”. Es decir, saben de animación, de planos, de cámaras, de video, de fotografía y de narración.

Y saben leer entre líneas a los medios de comunicación hegemónicos cuando se refieren a “los menores”.

Los sospechosos y su plan (parte 1)

Emanuel (17), de San Francisco Solano. Participa hace tiempo de CEM. Trabaja en Llavallol como ayudante de albañil. Le gusta bailar y cantar. 

Matías (15). “De Florencio Varela, de aquí y de allá y de Boca”. Con CEM hizo un documental sobre la guerra de Malvinas y una animación. Prefiere tocar la guitarra “¡y que cante otro!”.

¿De qué se va a tratar la película?

E: -Y… un poco de qué es ser joven, cómo están hoy los jóvenes, las cosas que hacen, las adicciones…

M: -Su forma de divertirse, de andar… Las diferencias entre las tribus urbanas, cómo se llevan, cómo es su relación según la música…

E: –La violencia de la cancha porque uno es de River, de Boca, de Rosario Central, de Colón… y por ahí se matan… en la tele vemos quilombo, que muere un pibito, las barras… todo eso, que también tiene que ver con esto. Por todos lados vemos violencia.

M: –Pero queremos mostrar que los jóvenes no son todos violentos como se los muestra en los medios.

E: -Que hay jóvenes haciendo algo.

M: -Que trabajan, que se preocupan por su vida.

¿Por qué dicen “los jóvenes” como si ustedes no lo fueran?

E: (risas) -Sí, sí… ¡pero igual!

¿Qué es lo que más les molesta de los medios?

E: –A mí me molesta que hablen de los jóvenes del lado de lo malo. Que no ven lo bueno.

M: -Y si ven algo bueno es algo… particular.

¿Cómo qué?

M: -Como un chico ayudando a un comedor. Algo así. Pero para mí solamente algunos jóvenes se drogan. No todos.

¿Qué es el cine?

M: -Para mí es expresar para los demás lo que yo pienso y opino y me interesa.

E: -Es una experiencia nueva. Nunca imaginé que iba a estar yo acá. Yo nada que ver antes. Me dedicaba a la iglesia nomás. Empecé haciendo confirmación y conocí al grupo de jóvenes Zapatillitas de Cartón, en Solano, que hace los Campamentos Brocherito (N. de la R.: campamentos de verano que la Iglesia organiza desde 1985 para chicos de barrios humildes del Conurbano). Yo les pedía siempre ir y ayudar, y eso… Hasta que quedé en el grupo. Hacemos cosas, hacemos los Días del Niño… Montones de actividades.

M: -Yo tampoco me imaginé que iba a hacer cine. Empecé en un comedor. Ayudaba, como un animador, para los chicos. Y una vez me enteré, me avisaron y empecé con esto de cine. Ya llevo 4 años y ahora empecé con este proyecto más grande.

-Hay distintas maneras de participar en la comunidad. ¿Cuál es la diferencia entre hacer confirmaciones o animación para chicos y participar con una cámara?

M: -Y, que con el cine podés mostrar de una forma muy amplia diferentes lugares. Desde tu punto de vista.

E: -No es lo mismo contar que mostrar. Digamos que con el cine podés mostrar cómo son las cosas… y qué hacen los jóvenes… En cambio por ahí vos lo contás, no te creen, queda ahí.

¿Y a quién le sirve esto?

M: -A la gente.

E: -A los jóvenes. Capaz que lo ven y no te dan bola, pero nosotros estamos seguros de que lo hicimos. Depende de cada uno si lo toma o lo deja.

M: -Siempre queda algo… Al principio la gente no lo toma pero después se da cuenta porque ve algo diferente que se cuenta, diferente de los medios, como es realmente.

-¿Y cómo se imaginan la película terminada?

M: -…¡¡¡Hollywood!!! (risas).

E: -¡¡¡Yo con un auto deportivo!!! (risas).

M: -Primero irían las presentaciones de cada uno.

E: –Pero nos ponemos nerviosos. Hay que hacer una presentación de quién soy… yo por ahí me grabo pero tengo vergüenza. Digo una palabrita y lo borro. No me sale. Es difícil.

Sin embargo, Emanuel logró presentarse en su contexto y compartir esa imagen en el encuentro de Varela. Su presentación fue interpretar una canción —voz y guitarra— sentado en su cama, frente a la cámara. “Canto desde toda la vida. Hasta cuando estoy durmiendo. Me da vergüenza pero me encanta”, confiesa.

¿Cómo es llevarse la cámara a la casa?

E: -Llegamos a un acuerdo entre todos y se va haciendo lo que acordamos. Pero la podemos usar para lo que veamos. Si vemos esas ramas y las queremos filmar, las filmamos. Y el cuidado también importa, pero si un día nos quieren robar se las damos. No vamos a perder nuestra vida por una cámara tampoco.

M: -Se trabaja filmando todo lo que redondea lo que es ser joven. Lo que hace uno en el día. Todo desde distintos puntos de vista. Puedo filmar lo que yo quiera, mi vida, mi alrededor, lo que vivo.

¿Y quién les gustaría que lo viera?

M: -Otros jóvenes.

E: -Los jóvenes, muchos chicos, la gente, los medios. Que lo pasen en los medios y un poco que se den cuenta… de que no solo los jóvenes hacen cosas malas. También hay jóvenes que hacen cosas buenas.

M: -Que cambien la mirada sobre los jóvenes. Que no se dejen llevar por eso de que los jóvenes son solamente drogas y líos.

E: -O chorros.

¿Hasta ahora, qué filmaron?

E: -Yo cantando, mi casa y lo que hay en mi barrio: la basura, los asentamientos. Todo. Tenía pensado también filmar cuando estoy por ir a trabajar y explicar que un joven tiene que trabajar para llevar a la casa y ayudarse a sí mismo, y todo eso.

M: -Con mis amigos, la escuela, cuando andamos. Yo conozco diferentes tribus urbanas que andan, y eso también.

¿Cómo cuáles?

M: Wachiturros.

-¿Ya son una tribu?

M: –

E: –Los que no existen más son los floggers: desaparecieron como si nada.

¿Cómo se preparan para los encuentros?

E: -¡Me levanto re temprano! Con muchas ganas. Ya no veo la hora de que llegue este día. Son 15 días que pasan. Por ahí no grabo mucho porque trabajo y estudio. Pero yo vengo, me siento re bien y comparto muchas cosas. Me gusta de verdad.

Los sospechosos y su plan (parte II)

 

Noelia (21), de San Francisco Solano. Con CEM realizó el corto Noticias ocultas.

Fabián (15), de F. Varela. Con CEM hizo animación y cortos sobre los derechos de los niños y sobre Malvinas.

Gabriel (16), de San Justo. Hizo cortos con su grupo de La Paloma.

-¿Qué es lo que más les gusta de estar participando en el documental?

N: –El encuentro con mis compañeros y lo que voy filmando del barrio. Ningún barrio es perfecto… ir mostrando la basura… que no son cosas nuestras… no es culpa nuestra que vivamos donde vivimos. Y mostrar que no todos los pibes de los barrios son delincuentes…

G: -Que la gente vea cómo es un pibe en su barrio.

-¿Por qué eso es importante?

G: -Porque la gente de ahora piensa que porque tenés unas zapatillas o una campera Adidas sos un pibe delincuente.

N: –No porque en ‘Policías en acción’ muestren que se agarran en el baile cuando salen es siempre así.

F: -Para que la gente vea de la juventud las cosas buenas.

-¿Como qué?

F: -Que trabajan.

N: –Los pibes laburan, van al colegio, tienen otros espacios y hacen cosas positivas. Y también lo que más me gusta de estar participando en esto es el encuentro con mis compañeros. Son 15 días que esperamos para llegar al encuentro y poder organizar lo que vamos a seguir filmando. Eso es lo fundamental, porque se armó un re lindo grupo, con mucha integración.

-¿En qué etapa está el rodaje?

N: -Estamos con el contexto, para poder mostrar nuestro alrededor, que es lo que nos hace. Si vivimos en una villa es porque nos tocó vivir ahí. Es lo que nos rodea y eso es lo que nos hace como personas. Pero aunque vivamos en una villa seguimos siendo personas igual que cualquiera.

-¿Cómo imaginan la película terminada?

N: -Como una muestra de lo que es de verdad Buenos Aires. Me imagino que va a estar muy bueno. Hasta ahora filmamos solamente el contexto y ya está espectacular. Ver que todos estamos en la misma y tenemos cosas en común aunque uno viva en Matanza y otro en Solano. Creo que va a ser un documental re positivo y va a andar por todos lados. Creo que va a pegar.

-¿Quién les gustaría que la viera?

G: -Que la vean las personas que tienen cosas y no las comparten con los que no tienen.

N: -Todo el mundo. Que digan “ah, mirá, se pueden hacer otras cosas”. Los pibes que están en las esquinas y no tienen salida están ahí porque es lo que encuentran, pero se pueden hacer otras cosas, como éstas que hacemos nosotros. No todo es malo en la vida de los jóvenes. Y después… ¡si llega al gobierno, mejor! ¡Y nos vamos para arriba! Me gustaría que se viera en todos lados, que si puede salga en la tele aunque sea un cachito.

-¿Y en qué es distinto escribir un cuento sobre la realidad del barrio o ayudar en una casa joven, que tener una cámara para contar una historia?

N: -Creo que el hecho de escribir no va a ser tan amplio para contar cómo de verdad es. En cambio con imágenes no hacen falta palabras. Mostrás todo. No se te va a escapar nada.

-Pero la televisión también trabaja con imágenes y ustedes decían que muestra las cosas como no son…

F: -No es lo mismo lo que muestra un joven que lo que muestra un periodista.

N: -Aparte los periodistas muestran lo malo. Hay muy pocos programas que te muestran lo bueno de los jóvenes.

-Entonces el tema no está en si es escrito o filmado sino en quién lo dice.

N: -Sí, el tema es qué es lo que se quiere mostrar. Porque yo también veo droga, esto y aquello en el barrio, pero también veo otras cosas. Y yo quiero mostrar las dos cosas. Lo malo y lo bueno. Creo que un periodista busca el consumo, lo que a la gente la atrae. Y a la gente la atrae ver cosas malas. Nosotros lo hacemos porque nos gusta. Va a ser conveniente para nosotros pero no queremos ganar nada con esto. Hablo de plata. Queremos ganar que la gente vea que hay otras cosas.

-¿Cómo se sienten cuando se van con una cámara?

G: –Yo con la cámara me siento re orgulloso, porque puedo mostrar lo que pasa en mi barrio, cómo se trata a la gente, si se drogan, si se divierten, si juegan. Puedo mostrar el Día del Niño, el Día de la Primavera, la gente que se junta, sale, va al cine. Hay jóvenes que son muy buenas personas.

F: -Con la cámara me siento bien. Siento que estoy mostrando algo que la gente no ve. Lo bueno del barrio.

N: -Yo también con la cámara me siento bien. Y además nos sirve para ver que nos vamos haciendo responsables. Me siento… ¡me encanta! Me encanta sacar fotos. No me quiero perder de nada, de ningún momento, nunca. Y con una cámara, más.

-Entonces sos medio periodista… Te gusta registrar todo e hiciste un noticiero…

N: (risas) ¡No, no soy periodista! ¡Bah, no sé! A veces cuando la cámara la tiene otro voy por la calle y digo “¡esto me lo pierdo!”. Lo bueno de tener una cámara es que sabés que no se te va a escapar nada.

Los sospechosos y su plan (Parte III)

Brian (19), de González Catán. Quiere ser docente de Lengua y Literatura.

¿Cómo te sentís con la cámara?

B: -A veces un poco incómodo, porque no me gusta cómo me escucho, pero me estoy adaptando.

-¿Cómo querés que sea la película?

B: -Que muestre la realidad de los jóvenes ahora de una manera distinta de lo que muestra la tele.

-¿Distinta en qué?

B: –En la tele están mostrado que todos los pibes no hacen, andan, que salen a robar… En cambio esto sería hacer una película mostrando lo mejor que podemos hacer nosotros.

-¿Hasta ahora, cuáles fueron tus mejores tomas?

B: –Fue en el emprendimiento donde yo trabajo, en la escuela, y en otros lugares que todavía no mostré.

-¿Quién te gustaría que viera el documental?

B: -Todo el mundo. Todos.

-¿Qué posibilidades te da hacer cine?

B: Me siento bastante bien y fortalecido, porque en otros tiempos no era de hablar con nadie. Hay otros chicos que ante situaciones difíciles eligen drogarse o salir a robar. Yo tomé otra opción: si no tengo, no tengo. Me costó mucho y he sufrido mucho en la calle: frío, hambre. Pero aprendí a salir de todo esto. Sé que hay gente que ahora no puede pero con el tiempo va a poder. Es cuestión de meterle esfuerzo y ganas.

Brian le contó a La Pulseada que estuvo un año y medio durmiendo entre la calle y un hospital, en González Catán. Su proyecto actual es terminar el secundario y hacer un profesorado de Lengua y Literatura. “Ser el profe que yo quiera, tener casa propia, mirar hacia adelante y dejar atrás todo el pasado de dolor”, sintetiza.

 

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