CINE
Green book
Dirección: Peter Farrelly
Estados Unidos, 2018
130 minutos
Aunque en el cine todo es ficción, la última ganadora del Oscar es otra de esas películas que se dicen “basada en hechos reales”. Cuenta la historia de Don Shirley, eximio pianista negro, y de Anthony Vallelonga, un italoamericano encargado de seguridad en un club nocturno que acabó actuando como mafioso en Los Soprano. El músico es culto, exquisito, refinado. Tony es bruto, tosco, elemental. Como en 1962 la boite cierra dos meses por refacciones, necesita un trabajo temporario. Por eso acepta ser chofer -y guardaespaldas- del artista en una gira por las ciudades más racistas del sur de Estados Unidos. Como cabe presumir, con el avance de esta road movie estos dos seres a priori antagónicos terminarán entablando una entrañable amistad. Gran parte del encanto reposa en las notables interpretaciones de Viggo Mortensen y Mahershala Ali. ¿Muy parecida a Conduciendo a Miss Daisy? ¿Con exceso de clichés y estereotipos? ¿Alegato antidiscriminatorio que suena naïf en tiempos de Donald Trump? Pese a que así sea, el filme tiene humor y emoción suficientes para tornarse disfrutable. Otro cantar es que le haya arrebatado el Oscar mayor a Roma de Alfonso Cuarón. Una obra con fundadas pretensiones estéticas no puede compararse con un correcto producto industrial. Pero esto, más que hablar mal de Green Book, remite a los intereses extra-artísticos que conducen a la Academia de Hollywood a distribuir cada año sus estatuillas recayendo en arbitrariedades varias, cálculos compensatorios y fallos estudiadamente salomónicos.
Carlos Gassmann